13.-Acta non verba
“El
que sabe no habla, el que habla no sabe.”
El
título de este capítulo está escrito en latín, y significa “Hechos, no
palabras”, y tiene sus orígenes en el Imperio Romano, sin embargo se encuentra en
extremo vigente hoy día más que nunca, con frecuencia todos hemos conocido
personas que hablan demasiado pero sus acciones no corresponden con sus
palabras, esto se ve con mucha frecuencia en los malos políticos, ojo creo
fervientemente que existen muy buenos políticos con deseos de cambiar las cosas
para bien, pero evidentemente no son la mayoría, si así fuere nuestras
sociedades latinoamericanas no tuviesen tantos problemas de corrupción
actualmente, pero no nos desviemos demasiado del tema, el punto aquí es que
quien habla mucho pero no hace nada es simplemente tildado como charlatán o
hablachento, y definitivamente, nadie quiere ser considerado como un abogado
charlatán, pero hay muchos más abogados charlatanes de los deseados, pero
simplemente no se dan cuenta de ello, al menos no quieren darse cuenta de ello.
Ni
siquiera un abogado exitoso es visto de buena manera cuando es charlatán, es
decir, puede suceder que alguien sea extremadanamente bueno litigando, pero
además sea extremadamente bueno vociferando, lo cual indudablemente opacará
personalidad y la gente lo verá como alguien indeseable o al menos como alguien
desagradable, el éxito de un abogado, debe ser visto como algo integral, esto
quiere decir que debe tener una personalidad ecuánime y justa, porque su trabajo
es precisamente debe perseguir el ideal de justicia, y no se puede ser justo y
charlatán a la vez, recuerdo que me contaba un colega forma parte del equipo de
trabajo que tengo, una oportunidad en la cual tuvo una absurda conversación con
un colega, y fue más o menos al siguiente
tenor:
Colega uno: Buenos días
doctor, ¿Cómo esta?
Colega dos: Bien y Usted,
¿Cómo sigue? Supe que no asistió a la audiencia ayer porque estaba enfermo.
Colega uno: Mucho mejor, dele
gracias a Dios que Yo estaba enfermo porque si no, Usted hubiese perdido ayer.
Colega dos: Caramba colega
hubiese sido muy bueno haber visto eso, pero no se preocupe todavía queda la
audiencia del Superior y allí Usted puede hacer lo que dice hoy.
Colega uno: Seguro allí si
no lo va salvar nadie.
Colega dos: Nos veremos
entonces en la audiencia de apelación.
Colega uno: Seguro allí
sabrá como se ejerce esta profesión.
La situación planteada anteriormente es
sencillamente inaceptable sucedió por la sencilla razón de que el abogado se
encontraba con su cliente al momento del encontronazo, y para tratar de quedar
bien pues simplemente recurrió a amenazas innecesarias e incongruentes, ya que
aún ganando en el superior, será visto como un charlatán, lo cual no sucedió en
el caso particular, donde el abogado no solamente perdió en el superior sino
que también quedó como un hablador delante de su propio cliente.
El vociferar o creernos superiores o
mejores que todo el mundo no nos convertirá en abogados exitosos, esto se logra
con hechos y no con palabras, jamás me verás a mi dirigirme a un colega en tono
despectivo, con ínfulas de grandeza, más bien creo que se debe permanecer
callado cuando de estrategias estamos hablando, y hablar solamente lo necesario
en una eventual negociación, para luego tratar de sorprender al contrario con
algún tipo de acción no adelantada, y pues demostrarle a los charlatanes que
calladitos se ven mejor, pero nunca jactarse de uno mismo porque eso no tiene
otro nombre que es ser engreído, charlatán y petulante, lo cual no son características
del abogado exitoso, el litigante exitoso se caracteriza a mi juicio por ser
una persona ecuánime, justa, pausada y tranquila, que doblega a su oponente a
través de acciones y no de amenazas verbales.
Resulta curioso, que a veces hay que
revelar cierta parte de las estrategias para forzar un acuerdo, es decir,
hacerle saber al contraparte que en una eventual pelea pudiera terminar pagando
mucho más, pero esto se debe hacer con mucho respeto, con palabras pausadas
claras y precisas, sin pretender ofender de ningún modo a la otra parte, sino
más bien tratar de que quien negocia entienda que es mucho más beneficioso para
su cliente un acuerdo necesario que una eventual pelea, de allí, que sea mucho
más fácil conciliar con abogado conocedor de la materia, que con un abogado
todero, ya que el abogado que conoce la materia simplemente está más
familiarizado con las eventuales consecuencias que pudiera tener un juicio, en
cambio el todero muchas veces ni siquiera sabe el daño que le está causando a su
propio cliente, porque leyó la ley el día anterior a la audiencia y cree
saberlo todo, lo que seguramente hará que su cliente termine pagando más. Así
pues el consejo de este capítulo es el siguiente:
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