3.-En cien pintas gana cualquiera
“El
secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad.”
Recuerdo
que cuando era adolescente hubo una época en la que me interesé mucho por el
juego de dominó, mi padre fue un excelente jugador dominó, y yo me molestaba
mucho cuando perdía con él, y además él se encargaba de burlarse de mí para
empeorar a las cosas al menos desde mi punto de vista, eso me causó tal
impotencia que compré un libro llamado “Ciencia y Arte en el dominó” escrito
por Héctor Simosa Alarcón, conocido como "El Tigre de Carayaca",
oriundo del Aragua de Maturín, en el Estado Monagas, quien fue un médico
traumatólogo, escritor, considerado como el gran maestro del dominó en nuestro
País.
Aprendí
muchas cosas de ese libro relacionadas con el dominó, y por supuesto la brecha
como jugadores entre mi padre y Yo se cerró un poco, y a veces le ganaba con
cierta frecuencia, ocasionando que ahora el frustrado fuera otro, pero bueno la
maña pudo más y nunca pude superar a mi padre en el arte de este juego, pero
había comprendido una cosa muy importante para todos los aspectos de mi vida
futura, explica el tigre de Carayaca que en un juego de 100 pintas, cualquier cruz
puede ganar, nada más cierto que esto, verán el dominó como la vida es en parte
suerte y en parte estrategia, cuando estamos jugando dominó siempre pasa que en
algunas oportunidades tomamos un excelente juego de la mesa y en otras uno muy
malo, cuando agarramos un buen juego nos sentimos los eruditos, los sabios y pensamos
que nada nos va a detener, pero cuando el juego al malo entonces es mala suerte
o picardía, y nuestra estrategia es tratar de que el oponente agarre la menor
cantidad de pintas posibles para tener una nueva oportunidad en la siguiente
mano.
En
realidad soy un jugador promedio de dominó, es decir, conozco el juego lo
suficiente para dar la pelea, pero recuerda que se necesitan dos personas para
completar una cruz o equipo de juego, en una oportunidad me tocó hacer equipo
con mi compadre Montilla, uno de mis mejores amigos, pero un real ignorante del juego de dominó,
me sentía realmente pesimista con nuestro futuro inmediato esa noche, pero
resultó ser todo lo contrario, ese día en particular ningún equipo por muy
experimentado pudo ganarnos, y las palabra “En cien pintas gana cualquiera” rondaban
en mi cabeza jamás había visto que se hubieran aplicado tan bien a la realidad,
pasé como una semana pensando en eso y riéndome solo como los bobos, aún hoy escribiendo
la anécdota sigo riendo sólito como un mismo tonto, claro jamás hemos podido
repetir la hazaña y ahora siempre que jugamos juntos no dan una pela.
Lo
mismo pasa en el litigio, cuando tenemos un buen caso nos sentimos seguros de
que vamos a ganar y no nos preocupamos mucho, pero si por casualidad nos toca
un caso que sabemos está perdido entonces comienza el estrés, Yo al principio
ni dormía pensando cómo resolverlo, claro con la diferencia de que simplemente pudiéramos negarnos a
tomar el mismo, porque a nuestro juicio no puede ganarse, pues se lo digo de
una vez, en el ejercicio te tocará
perder más de una vez, así que afrontarlo con estrategias que minimicen las
pérdidas, para mí existen tres tipos de acuerdo, los acuerdos buenos, los
acuerdos malos y los acuerdos necesarios, los dos primeros no merecen
mayor explicación, pero el acuerdo necesario es aquel que estamos obligados a
conseguir en defensa de nuestro cliente que se encuentra en una posición de
desventaja en un pleito legal.
Como
abogado tarde o temprano, aprendemos a reconocer las fortalezas y las
debilidades en un caso particular, y es basado en esas fortalezas y
debilidades, cuando debemos buscar un buen acuerdo o por lo menos un acuerdo
necesario que minimice las pérdidas de nuestro cliente, de modo que el asunto
no es ganar siempre sino gestionar las actividades necesarias para garantizar
los resultados más favorables posibles a quienes nos han contratado.
En
los pleitos legales el reto real es terminar el trabajo asignado en la menor
cantidad de tiempo posible pero con buenos resultados, y eso a veces no es
fácil, ya que por lo general el abogado que sabe que está perdiendo trata de dilatar
el proceso para forzar con el tiempo o mejor arreglo, así que se trata de un
juego de balances, donde generalmente gana el que tiene paciencia y capacidad
de aguante, pero quien se desespera definitivamente perderá siempre.
Así
que agarra tus fichas en cada caso que te toque, y de acuerdo a las debilidades
o fortalezas tendrás que decidir si debes minimizar las pérdidas con un acuerdo
necesario, o debes tener paciencia y jugar el juego completo para ganarlo e ir
por todo, en todo caso siempre será una decisión que deberás tomar muy a
menudo.
Uno
de los mayores problemas es la lentitud con la que se devuelven los casos
legales, lo que en algunos casos convierte al tiempo en el enemigo número uno
de nuestro cliente, he tenido casos de jubilados donde por necesidad de ellos,
he debido llegar un acuerdo necesario por razones de tiempo, y no por motivos
legales, tomemos en cuenta que el promedio de vida en la actualidad con suerte
es de unos 70 años, y resulta extremadamente difícil tratar de explicarle a una
persona de 67 años de edad, que deberá esperar un proceso que puede tardar
entre 5 y10 años, pues simplemente no están dispuestos a hacerlo y toman un
arreglo que yo llamo necesario que les permita obtener su dinero con mayor
celeridad.
Hay
una anécdota que me sucedió en la ciudad de Caracas en el año 2012, habíamos
programado la cita para obtener la visa americana, y poder viajar a los Estados
Unidos, a dicha cita fuimos mi grupo familiar, mi suegra y mi padre, quien para
entonces contaba con 61 años de edad, el asunto fue que nos las aprobaron a
todos, por 10 años, y la expresión de mi padre al saber eso fue literalmente la
siguiente: “Verg…. yo no saco esto más”, a lo que respondimos todos con una
carcajada, pues mire, palabra cierta, mi padre murió en septiembre del 2013 a
los 63 años de edad, y no fue necesario sacar de nuevo su visa.
Entonces,
analiza tus casos, tomando en cuenta todas las variables que pueden influir en
el proceso, ya sea que te ayuden o no, y basa en ello tus decisiones, la mayoría
de los casos o pleitos legales se resuelven por causas externas y no de tipo
legal, jamás sabrás como están las olletas en la casa de tu contrincante, así
que haz una oferta aunque sea insignificante y mantenla firme por un tiempo
prudente a ver que pasa, sobre todo cuando tu cliente es el fuerte jurídico y
puede esperar, te asombrarás con los tratos y acuerdos que esta estrategia
logra para nosotros, no es casualidad que estadísticamente se logre mayor
cantidad de acuerdos en tribunales durante las épocas previas a vacaciones
escolares o navidad.
Tengo
un cliente de la vieja escuela que se acostumbró a no pagar, es decir,
tradicionalmente los casos de demandas laborales se perdían en el tiempo y el
patrono terminaba por no pagar, ya que el trabajador dejaba el caso botado por
cansancio, esto cambió con la entrada en vigencia de la Ley Orgánica Procesal
del Trabajo y la creación del circuito laboral en el año 2002 si no me falla la
memoria, que aceleró las cosas, y ahora los trabajadores suelen cobrar sus
derechos más rápidamente, sobre todo cuando la cantidad a cobrar no es tan
alta, ya que la casación esta retardando las cosas hoy en día.
Bueno
el caso es que este señor fue demandado por un trabajador y pretendía no pagar
nada, en su oportunidad trate de aconsejarle que era mejor llegar a un arreglo
y pagarle un poco menos de lo que podríamos salir condenados en una eventual
sentencia, eso fue para él casi como una ofensa, y de hecho se molestó conmigo
y tuvo cierta desconfianza, pero no me quito los casos, y fuimos a juicio, por
supuesto perdimos tanto en primera instancia, como en segunda instancia,
entonces empezó la búsqueda de culpables, me llamaron, buscaron otros abogados,
y me pidieron que les expusiera el caso a los otros abogados, y así lo hice,
aunque debo un reconocer que fue algo muy desagradable, los otros abogados
entendieron que la mejor solución desde el principio siempre fue buscar un
arreglo, sin embargo el cliente se negó a ello, y ahora estaba pagando las
consecuencias de sus decisiones contrarias a mi consejo.
Recuerdo
que en aquella conversación, les dije: “Pero bueno vamos a hacerle una oferta
este señor que es un jubilado, y nosotros no sabemos cómo están las olletas en
su casa”, y finalmente el hombre me autorizó a hacer una oferta que fue
excepcionalmente buena para él y que el trabajador aceptó cerrándose el caso
cuando ya no quedaba mucho por hacer, curiosamente días después hablé con el
juez de primera instancia y no podía creer el arreglo al cual habíamos llegado,
y me dijo textualmente: “Yo no los hubiera tomado”, luego de allí en adelante
se vino de rodada, y mi cliente comprendió que era mejor y más barato negociar
que pelear y hoy por hoy sigue siendo mi cliente y trabajamos en armonía sin
mayores problemas.
Entonces
el Consejo:
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